Como profesionales debemos respetar a nuestros pacientes y familiares, intentando evitar no juzgarlos, aunque en numerosas ocasiones nos resulte difícil, porque realmente nosotros no sabemos el motivo de sus actos, y muchas veces podemos juzgar sin saber y equivocarnos.
El respeto a las personas
El respeto a las personas
Hace muchos años impactó en mí una secuencia de dibujos que según cómo mirases eran una cosa u otra. Me gustaba ver cómo cada ojo obtenía una respuesta. Pienso que estas láminas han pasado por todos los colegios y su fin era el ver los dibujos con varios sentidos.
Así mismo, la película titulada "Todo es según el color", en la cual se ve cómo un mismo hombre es seis cosas diferentes, en un mismo día y para seis personas distintas, me resultó interesante y me hizo reflexionar sobre cómo las circunstancias del momento pueden desencadenar distintas respuestas.
El otro día, estando trabajando en urgencias en el puesto del triage, que consiste en la valoración primera del problema de salud de las personas, por lo que acuden a urgencias y su posterior ubicación en el área correspondiente de urgencias, me di cuenta de que muchas personas sienten necesidad de justificar el porqué han acudido a urgencias. Siento que mi primera norma en ese puesto es no juzgar su decisión y sí el tratar con respeto la decisión de cada uno. Por citar uno de los muchos ejemplos: vino una joven para la revisión de una fractura por parte del traumatólogo. Al pasar la historia clínica a la sección de traumatología los comentarios fueron: "esto no se ve aquí", "no hay derecho", "no estamos para esto", "se recarga la urgencia". Al pasar, la paciente explica que se encuentra allí porque en tres semanas le tenía que ver el traumatólogo en su consulta, pero no ha podido conseguir una cita, ni siquiera a través de Atención al Paciente, y ella ya no sabe dónde acudir. Por supuesto, fue atendida, pero a mí se me creó la pregunta: ¿hay cosas organizativas para mejorar? ¿se puede educar a la población en cuanto a la utilización del servicio? Pienso que sí y que hay que tratarlo antes de que el paciente llegue a urgencias y no en la puerta del servicio.
El caso más chocante que me pasó fue hace aproximadamente seis años y, me impactó tanto, que siempre aflora en mi recuerdo y refuerza mi aprendizaje.
En esos momentos yo era supervisora de una unidad quirúrgica y teníamos ingresado en la unidad a un paciente de, aproximadamente, 70 años, en proceso terminal, que era cuidado por su familia, esposa, hijos e hijas. Al equipo y a mí nos chocaba la frialdad con que esa familia acompañaba a su familiar: cómo su mujer venía cada mañana y cada tarde y se sentaba a su lado, pero no se levantaba para nada, no le hablaba, no le atendía directamente, pero sí nos avisaba de algún cambio producido.
Como estuvo algún tiempo ingresado, a mí me dio tiempo de conocer las distintas opiniones del equipo de Enfermería con respecto a esa familia. En los momentos del café, cuando llamaban al timbre o bien cuando pasaban por el control, el comentario generalizado era el de juzgar a esas personas de frialdad, de pasotismo, se decía cosas como que para hacer lo que hacían es mejor que no viniesen, que era inhumano tratar así a su padre o marido. En definitiva, el malestar hacia esa familia era un sentimiento compartido por todos.
Como pienso que los pensamientos y sentimientos se trasmiten de alguna manera entre los familiares y nosotras, había un clima con cierta tensión, sin que ninguna de las dos partes se dijeran nada en absoluto.
Un día, estando yo en el Control de Enfermería pasó la mujer. Era pequeña, completamente vestida de negro y me dijo que quería hablar conmigo, que quería contarme una cosa muy importante. Empezó a hablar muy alto porque tenía hipoacusia y seguía hablando, era como cuando empiezas a contar una cosa que tienes muchas ganas de contarla y que no puedes parar una vez que empiezas, fue todo tan rápido que la conversación se desarrolló en el pasillo.
Me dijo que estaba aquí sólo por caridad, porque su marido se había portado muy mal con ella; que siendo una de sus hijas pequeñas, su padre la había violado y para ella, en el momento en que se enteró, acabó toda relación con su marido y, aunque siguió viviendo con él, nunca más tuvo relación con él. Ahora venía a acompañarlo por lástima, por caridad.
Cuando terminó de hablar, que lo hizo rápidamente y bien alto, me quedé sin palabras, sólo pude mirarla y afirmar con la cabeza, entonces nos despedimos.
Cuando se fue, dentro de mí había muchos pensamientos y sentimientos a la vez, ahora entendía muchas cosas. Y me preguntaba, ¿qué hubiese hecho yo en esa situación? Pero qué bien me vino para aprender a no juzgar a la ligera a las personas, a respetar en cada uno su comportamiento y sus sentimientos y, al mirar al paciente moribundo, hasta sentía lástima de él.
Me pareció interesante compartir con el equipo lo que me había dicho la mujer ya que a mí me vino bien y me hizo reflexionar sobre muchas cosas. Al personal le impactó y cada uno se quedó con sus pensamientos. Fue un tema del que no se habló más, se pararon todas las interpretaciones anteriores y como pienso que todo se trasmite, la familia también debió de notar nuestro cambio hacia ellos.
Es el caso que siempre me viene a la cabeza y que me ha ayudado a ponerme en el lugar del otro y a respetar las acciones de cada cual.
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Así mismo, la película titulada "Todo es según el color", en la cual se ve cómo un mismo hombre es seis cosas diferentes, en un mismo día y para seis personas distintas, me resultó interesante y me hizo reflexionar sobre cómo las circunstancias del momento pueden desencadenar distintas respuestas.
El otro día, estando trabajando en urgencias en el puesto del triage, que consiste en la valoración primera del problema de salud de las personas, por lo que acuden a urgencias y su posterior ubicación en el área correspondiente de urgencias, me di cuenta de que muchas personas sienten necesidad de justificar el porqué han acudido a urgencias. Siento que mi primera norma en ese puesto es no juzgar su decisión y sí el tratar con respeto la decisión de cada uno. Por citar uno de los muchos ejemplos: vino una joven para la revisión de una fractura por parte del traumatólogo. Al pasar la historia clínica a la sección de traumatología los comentarios fueron: "esto no se ve aquí", "no hay derecho", "no estamos para esto", "se recarga la urgencia". Al pasar, la paciente explica que se encuentra allí porque en tres semanas le tenía que ver el traumatólogo en su consulta, pero no ha podido conseguir una cita, ni siquiera a través de Atención al Paciente, y ella ya no sabe dónde acudir. Por supuesto, fue atendida, pero a mí se me creó la pregunta: ¿hay cosas organizativas para mejorar? ¿se puede educar a la población en cuanto a la utilización del servicio? Pienso que sí y que hay que tratarlo antes de que el paciente llegue a urgencias y no en la puerta del servicio.
El caso más chocante que me pasó fue hace aproximadamente seis años y, me impactó tanto, que siempre aflora en mi recuerdo y refuerza mi aprendizaje.
En esos momentos yo era supervisora de una unidad quirúrgica y teníamos ingresado en la unidad a un paciente de, aproximadamente, 70 años, en proceso terminal, que era cuidado por su familia, esposa, hijos e hijas. Al equipo y a mí nos chocaba la frialdad con que esa familia acompañaba a su familiar: cómo su mujer venía cada mañana y cada tarde y se sentaba a su lado, pero no se levantaba para nada, no le hablaba, no le atendía directamente, pero sí nos avisaba de algún cambio producido.
Como estuvo algún tiempo ingresado, a mí me dio tiempo de conocer las distintas opiniones del equipo de Enfermería con respecto a esa familia. En los momentos del café, cuando llamaban al timbre o bien cuando pasaban por el control, el comentario generalizado era el de juzgar a esas personas de frialdad, de pasotismo, se decía cosas como que para hacer lo que hacían es mejor que no viniesen, que era inhumano tratar así a su padre o marido. En definitiva, el malestar hacia esa familia era un sentimiento compartido por todos.
Como pienso que los pensamientos y sentimientos se trasmiten de alguna manera entre los familiares y nosotras, había un clima con cierta tensión, sin que ninguna de las dos partes se dijeran nada en absoluto.
Un día, estando yo en el Control de Enfermería pasó la mujer. Era pequeña, completamente vestida de negro y me dijo que quería hablar conmigo, que quería contarme una cosa muy importante. Empezó a hablar muy alto porque tenía hipoacusia y seguía hablando, era como cuando empiezas a contar una cosa que tienes muchas ganas de contarla y que no puedes parar una vez que empiezas, fue todo tan rápido que la conversación se desarrolló en el pasillo.
Me dijo que estaba aquí sólo por caridad, porque su marido se había portado muy mal con ella; que siendo una de sus hijas pequeñas, su padre la había violado y para ella, en el momento en que se enteró, acabó toda relación con su marido y, aunque siguió viviendo con él, nunca más tuvo relación con él. Ahora venía a acompañarlo por lástima, por caridad.
Cuando terminó de hablar, que lo hizo rápidamente y bien alto, me quedé sin palabras, sólo pude mirarla y afirmar con la cabeza, entonces nos despedimos.
Cuando se fue, dentro de mí había muchos pensamientos y sentimientos a la vez, ahora entendía muchas cosas. Y me preguntaba, ¿qué hubiese hecho yo en esa situación? Pero qué bien me vino para aprender a no juzgar a la ligera a las personas, a respetar en cada uno su comportamiento y sus sentimientos y, al mirar al paciente moribundo, hasta sentía lástima de él.
Me pareció interesante compartir con el equipo lo que me había dicho la mujer ya que a mí me vino bien y me hizo reflexionar sobre muchas cosas. Al personal le impactó y cada uno se quedó con sus pensamientos. Fue un tema del que no se habló más, se pararon todas las interpretaciones anteriores y como pienso que todo se trasmite, la familia también debió de notar nuestro cambio hacia ellos.
Es el caso que siempre me viene a la cabeza y que me ha ayudado a ponerme en el lugar del otro y a respetar las acciones de cada cual.
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Metas de Enfermería
Metas - Relatos
El respeto a las personas
Ana Martínez de Guereñu Ortuoste
2004-11-01
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